Las ventajas temporales de la devaluación sobre el desempleo

Iván Carrino / Sábado 6 de septiembre de 2014 / Dejá un Comentario

Escribe Mises:

Es cierto que las devaluaciones de los años treinta redujeron los salarios reales en el mundo occidental , por ende, paliaron el tremendo paro a la sazón existente. El historiador, al estudiar el periodo, tal vez pueda afirmar que las manipulaciones monetarias fueron un éxito al evitar que se lanzaran a la revolución las enormes masas de parados forzosos; tal vez, también quiera destacar que, dadas las corrientes ideológicas imperantes, ninguna otra fórmula permitía mejor hacer frente a la situación. Pero el estudioso deberá añadir que no se suprimió por esta vía el auténtico motivo de aquel tremendo paro institucional; es decir, quedó incólume el doctrinarismo sindicalista prevalente por doquier. La devaluación fue una hábil maniobra que momentáneamente permitió eludir la tiranía de las asociaciones laborales. Pero, precisamente porque dejaba intacta esa doctrina, solo por poco tiempo fue eficaz. Los líderes obreros pronto aprendieron a distinguir entre salarios nominales y salarios reales. Hoy en día no se conforman con la mera suba de los primeros. No es posible ya engañar a la gente a base de reducir el poder adquisitivo de la moneda

Para el economista austriaco, como para los autores clásicos, el desempleo es producto de un nivel de salarios que están por encima de lo que puede pagar el mercado. Si los salarios se imponen por encima de la productividad marginal del trabajo, entonces habrá desempleo. Las opciones para paliarlo, entonces, son dos: o se ajusta el salario en aquellas industrias donde es necesario hacerlo, o se aumenta el capital, o bien se recurre a la devaluación de todos los salarios reales mediante la devaluación o la inflación.

Esto es lo que sucedió en Argentina a partir de la crisis de 2001. El gobierno nacional suele jactarse de haber reducido el desempleo de una manera formidable. En efecto, la tasa de desempleo pasó del 20% en el primer trimestre de 2003 al 7,5% en el segundo trimestre de 2014.

Sin embargo, esa reducción no tiene relación con alguna mejora de la productividad derivada de un aumento de la inversión, sino que fue producto principalmente de la destrucción del salario real que, como explica Mises, es solo transitoria.

Veamos los datos. En enero de 2002 el gobierno de Duhalde abandonó la convertibilidad y devaluó el peso. Un año más tarde los precios crecían al 40% anual. Los salarios, sin embargo, solo crecían al 3%. Recién en julio de 2003 los salarios comenzaron a crecer por encima de los precios.

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Sin embargo, los salarios reales estaban muy “atrasados” respecto del nivel de precios:

graf2

Solo a fines de 2006 los salarios se acercaron a los precios, con lo que la caída del salario real se detenía. A partir de allí el IPC (no oficial) y el índice de salarios (oficial) avanzaron juntos. Es decir, el salario real dejó de caer y, en ocasiones, incluso subió.

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¿Qué pasó con la tasa de desempleo a partir del primer trimestre de 2008?

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La tasa de desempleo tendió a estancarse, mientras que la creación de puestos de trabajo se redujo significativamente:

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Como puede verse, la devaluación “sirvió” para reducir el salario real de los trabajadores argentinos. En este contexto, y tal como prescribe la receta keynesiana más básica, era esperable que el nivel de desempleo cayera.

Sin embargo, la caída del nivel de desempleo estaba basada en la “ilusión monetaria” de los agentes que, como sabemos, no es algo que deba durar toda la vida. Los sindicatos no tardan en ver que sus salarios en términos reales se caen y comienzan a exigir aumentos en los salarios monetarios.

Hoy, doce años después de la devaluación, el gobierno puede mostrar una mejora en el desempleo, pero no puede hacer que este siga cayendo porque los asalariados no aceptan nuevas reducciones de su poder de compra. Como se ve, lo único que hizo la devaluación hizo fue posponer el problema de fondo: la falta de competitividad de la economía argentina. Ese es el problema (enmarcado en un problema institucional más grande) con el que tendrá que lidiar el gobierno que tome el poder luego de las elecciones de 2015. Esperemos que no vuelvan a elegir el atajo de la devaluación, sino que se inclinen por las reformas estructurales que hacen falta.

 

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