Milton Friedman, premio Nobel en 1974 y padre fundador de la llamada “Escuela de Chicago”, tal vez sea el más famoso defensor del libre mercado que el mundo haya conocido. A través de sus numerosos trabajos académicos, textos de divulgación, artículos de opinión e incluso programas propios de TV, difundió como nadie las ventajas de lo que Karl Popper denominó “la sociedad abierta”.
Respecto de los tipos de cambio, a Friedman siempre se lo asoció con la postura a favor de la libre flotación. Es decir, un sistema en el que el Banco Central no busca influir sobre la cotización de la moneda extranjera, dejando que a ésta la determine la oferta y la demanda del mercado. Sin embargo, este economista no sólo apoyaba esta alternativa de política cambiaria. En numerosos escritos también defendió los tipos de cambio fijos, un sistema en el que el Banco Central se compromete a mantener una paridad fija y, por tanto, subordina su política monetaria a este objetivo en particular.
Para Friedman, ambos arreglos eran compatibles con una economía de mercado, ya que en ningún caso se restringía la compra-venta de divisas.
El problema que detectó Friedman es cuando el Banco Central intenta, al mismo tiempo, administrar la cantidad de dinero en circulación y el tipo de cambio en un sistema de “flotación administrada”*.
Es que cuando esto sucede, la política monetaria entra en conflicto con la política cambiaria. Por un lado, el gobierno quiere incrementar la oferta monetaria de manera de estimular el consumo y hacer que crezca con mayor fuerza la actividad económica y el mercado interno. Por el otro, busca que el tipo de cambio se mantenga estable, ya que (como queda en evidencia por el acalorado debate actual) a nadie le gusta ser señalado como devaluador de la moneda.
En este escenario, entonces, los gobiernos terminan por recurrir a los controles de cambios, que restringen el acceso al mercado de divisas, y terminan obstaculizando y distorsionando el comercio internacional.
No fue distinto a esto lo que sucedió en nuestro país desde 2003 a 2011. El Gobierno buscó estimular la economía con la emisión de billetes y el sostenimiento del “tipo de cambio competitivo”, pero cuando esta “sintonía fina” se fue de las manos se implementó el cepo que terminó de dinamitar las bases del crecimiento económico.
Mirando al futuro, y teniendo en cuenta que lo más probable es que vayamos hacia un sistema de tipo de cambio flexible, es importante aprender la lección que enseña Friedman: en dicho sistema, el foco del Banco Central tiene que ser la inflación y su compromiso debe ser la no intervención en el mercado de cambios.
Publicado Originalmente en la Revista de Inversor Global.
* Un trabajo que explica en profundidad este punto es el de Hanke, Steven, Milton Friedman: Float or Fix? disponible en http://www.cato.org/publications/commentary/milton-friedman-float-or-fix