Matrimonio igualitario: cómo cambié mi opinión
¿Se puede cambiar de opinión? Se puede cambiar de opinión. Para hacerla corta, cuando se discutía la ley de matrimonio igualitario yo estaba en contra de la iniciativa. Sin embargo, un viaje y algunas lecturas me hicieron cambiar de parecer.
El 15 de julio de este año se cumplieron 10 años de la ley que permitió que el gobierno casara parejas conformadas por individuos del mismo sexo. Recuerdo que 10 años atrás, en el 2010, yo comenzaba a escribir sobre temas de economía, política y demás, siendo un recientemente graduado en Administración, trabajando en el sistema financiero y aspirando a continuar mis estudios en economía.
Por esa época los círculos liberales debatían a fondo el tema de la ley, que si mal no recuerdo estaba impulsada por la presidente Cristina Fernández y su bloque en las cámaras legislativas. Obviamente, una ley propuesta por el kirchnerismo no me generaba ninguna simpatía. Además, tras leer a Alberto Benegas Lynch (h) había llegado a una conclusión sobre el tema que iba algo así:
No tengo ninguna objeción con las uniones entre homosexuales pero: 1) no está bien que el estado llame “matrimonio” a dicha unión ya que éste es un nombre de la tradición católica y 2) lo mejor sería que el estado se corra del medio y no case ni a heterosexuales ni a homosexuales.
Correcta o incorrecta, ésta era mi postura en julio de ese año, por lo que no recibí bien que la ley se sancionara.
No pasó mucho tiempo hasta que empecé a cambiar mi punto de vista. El motivo fue una combinación de lecturas, un viaje, y un profesor a quien tuve el gusto de conocer.
Por ese entonces yo leía mucho el sitio de la Foundation for Economic Education, que publicaba numerosos artículos de economía, economía austriaca y liberalismo. Recuerdo que me interesaban especialmente las notas referentes a la “Crisis Subprime”, y especialmente dos autores: Sheldon Richman y Steven Horwitz.
Así las cosas, no recuerdo bien cómo, pero algún día de ese año llegué a un artículo de este último autor llamado “Capitalism and the Family” (ahora traducido al español aquí). En ese trabajo Horwitz hace lo que podríamos denominar un “análisis hayekiano” (o incluso “mengeriano”) de la familia. Sostiene que la institución familia es un orden espontáneo que ha ido adaptándose a las diferentes coyunturas económicas y políticas a través de la historia.
En ese desarrollo, que fue posible gracias al avance del capitalismo, la que hoy se conoce como “familia tradicional” no es más que una etapa de la historia, donde esa forma de familia fue “conveniente”, pero nada indica que esa forma sea “la mejor”, “la correcta”, o “la natural”.
Al final de dicho artículo, Horwitz llega al tema que se acababa de terminar de discutir en nuestro país:
Uno de los últimos resultados de los efectos del capitalismo sobre el crecimiento económico y el surgimiento del matrimonio basado en el amor es quizás el tema cultural más controvertido de principios del Siglo XXI: la demanda por la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. La lenta aceptación de la idea del matrimonio entre personas del mismo sexo es la culminación de dos de las tendencias impulsadas por el capitalismo que ya hemos identificado. Primero, el crecimiento económico hizo posible que hombres y mujeres sobrevivan fuera de la institución de la familia (…)
En segundo lugar, dado que la satisfacción emocional se convirtió en una función central del matrimonio, no debería sorprendernos que gays y lesbianas quisieran participar. Cuando la atracción romántica y sexual se convierten en las razones para casarse y permanecer juntos, ¿qué, argumentan los gays y las lesbianas, diferencia sus relaciones de las heterosexuales? Cuando el número de parejas sin hijos sigue creciendo y cuando más parejas heterosexuales tienen hijos por adopción o reproducción artificial, ¿qué las diferencia de las parejas del mismo sexo?”
La Foundation en cuestión no solo publicaba artículos, sino que también organizaba cursos presenciales, que para los asistentes eran sin cargo (aunque había un cupo limitado). Obviamente, que fuera sin cargo no significaba mucho para mí, que tenía que costearme el pasaje desde Buenos Aires hasta la localidad de Irvington, en el estado de Nueva York. Pero gracias al consejo de Ezequiel Vázquez Ger apliqué para un programa que también becaba el pasaje.
Tras conseguir ambas becas, emprendí viaje a Estados Unidos para participar del curso “Economía Austriaca Avanzada”, cuyos profesores eran nada menos que Israel Kirzner, Peter Boettke, Lawrence White, Mario Rizzo, Peter Leeson, Peter Coyne… y ¡Steven Horwitz!.
No recuerdo la cantidad de días que involucraba el curso, pero sí que uno de esos días nos dividieron en grupos y cada uno iría con un profesor diferente. Me asignaron a Horwitz, y aproveché para preguntarle por el tema del “matrimonio gay”. Su artículo me había generado algo de ruido, pero aún no tenía claras las ideas.
La conversación fue más o menos así:
Carrino: Estimado profesor, recientemente se discutió en Argentina el tema del matrimonio gay, y vi que usted publicó un artículo que hace referencia al tema, ¿cuál es su posición al respecto? ¿Le parece que está bien?
Horwitz: Ah, sí. Claro, bueno, creo que está bien, ya que en la medida que el matrimonio ha pasado a ser una institución civil, negárselo a parejas homosexuales constituye una violación del principio de igualdad ante la ley.
Tal vez las palabras fueron exactamente estas, pero recuerdo que el argumento fue por el lado del principio liberal de igualdad ante la ley.
A medida que continuaba la conversación, sus palabras respondían todos mis prejuicios. Es que si bien, y volviendo al inicio, uno podría considerar el origen religioso de la palabra matrimonio, lo cierto es que el lenguaje evoluciona (si lo sabremos los austriacos que siempre lo usamos de ejemplo de “orden espontáneo” para hablar del origen del dinero). Y hoy matrimonio es -además-, un término de uso civil, por lo que no solo se refiere a “la matriz”, sino a la unión de dos personas para amarse y respetarse toda la vida, hasta que la muerte los separe, independientemente de su orientación sexual.
Por otro lado, si bien Horwitz también consideraría que acaso la situación ideal es que el estado no intervenga en ninguna unión hétero u homo, dado que lo hace, es mejor que incluya a que discrimine. Y también es razonable que incluya a gays y lesbianas pero no a parejas de hombre con oveja, como se suele ridiculizar el asunto. Las uniones homosexuales existen y es normal que exijan igualdad ante la ley, mientras que no muchos quieren casarse con su oveja.
Leer a Steven Horwitz me hizo dudar de mi posición acerca del matrimonio igualitario. Conocerlo e interactuar con él terminó haciendo que modifique totalmente mi visión, aceptando y defendiendo la inclusión de parejas homosexuales en la ley de matrimonio civil.
Finalmente, es una buena noticia saber que Steven estará presente este jueves en una charla abierta a todo el público vía Zoom en ESEADE. Este jueves 10, a las 18 horas, presentará su libro “La Familia Moderna de Hayek“, haciendo especial énfasis en la evolución de la institución familiar y el rol que la economía de mercado ha tenido en ella.
A mí leerlo, como se dice, me abrió la cabeza, así que invito a todos a escucharlo este jueves. Pueden inscribirse haciendo clic aquí o en la imagen de abajo.